PRIMERA LECTURA. Sabiduría 9,13-18.
13Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios?
¿Quién comprende lo que Dios quiere?
14Los pensamientos de los mortales son mezquinos
y nuestros razonamientos son falibles;
15porque el cuerpo mortal es lastre del alma
y la tienda terrestre abruma la mente pensativa.
16Apenas adivinamos lo terrestre
y con trabajo encontramos lo que está a mano:
pues ¿quién rastreará las cosas del cielo?
17¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das la sabiduría
enviando tu santo espíritu desde el cielo?
18Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada y la sabiduría los salvó.
Explicación.
9,13 Véase 6,4, también 4,17.
9,14-15 Por su condición inmaterial, la mente es capaz de pensar, de comprender; pero ligada al elemento material del cuerpo, se encuentra limitada, no necesariamente pervertida. La sabiduría está llamada a contrarrestar ese peso material, ese "lastre" del alma, levantándola y manteniéndola en su propia esfera. Esta doctrina sobre el cuerpo es griega, de tradición platónica, aunque la imagen de la tienda se lea en Is 38,12 Y algo análogo se lea en Job 4,19. En terminología más moderna hablaríamos de vida instintiva, de fuerzas irracionales que enturbian la mente, de impulsos oscuros del subconsciente no aclarados o mal racionalizados, etc.
9,16 "Adivinamos": 8,8. "Lo terrestre": eso que la tierra es precisamente el reino del hombre (Sal 115,16). "Rastrear": véase Is 40,28; Sal 145,3.
9,17 Tras seis menciones de la sabiduría, el "santo espíritu" ocupa el séptimo puesto. Para la identificación, véase 1,5.7; 7,22: podemos hablar de la sabiduría como carisma.
9,18 Cortando la consecución con un adverbio, el autor concluye con una síntesis de historia, con la cual prepara el capítulo siguiente. La mirada al pasado se armoniza también con el comienzo del capítulo, que es historia real, y con el primer título divino, que evoca la historia patriarcal. La oración de Salomón termina con una nota convincente, pues habla de hechos repetidos y ejemplares en que la sabiduría ha triunfado sobre la debilidad del hombre.
SALMO. 90,3-6.12-17.
3Tú devuelves el hombre al polvo, diciendo:
¡Volved, hijos de Adán!
4Para ti mil años son un ayer que pasó,
una vela nocturna.
se renuevan como la hierba:
6por la mañana se renueva y florece,
por la tarde se seca y la siegan.
12Enséñanos a llevar buena cuenta
de nuestros días
para que adquiramos un corazón sensato.
13¡Vuélvete, Señor! ¿hasta cuándo?,
ten compasión de tus siervos.
14Sácianos por la mañana de tu misericordia,
y todos nuestros días serán alegría y júbilo.
15Danos alegría por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
16Que tu acción se manifieste a tus siervos
y a sus hijos tu gloria.
17Venga a nosotros la bondad del Señor
nuestro Dios,
consolida la obra de nuestras manos.
¡Consolídala, la obra de nuestras manos!
Explicación.
90,3 La historia del Génesis es evocada en un verso. El que modeló al hombre, dando le consistencia, lo hizo deleznable; el que integró sus partes lo deja desintegrarse: Job 10,9.
90,4 Las medidas humanas del tiempo no sirven, de ninguna manera, para medir a Dios (2 Pe 3,8). Tal inmensidad refuerza la melancolía del orante.
90,5 El texto es algo dudoso. "Arrastras": el verbo hebreo sugiere una lluvia torrencial.
90,6 Cuatro verbos en este verso, excelente por su concentración; cuánta actividad para pasar más aprisa.
90,12-17 Una vez tocado el punto más bajo, el orante busca salir a flote rezando a Dios. Y lo hace en tres momentos imbricados. El primero: la aceptación resignada, sin ilusiones: es sensatez. El segundo es unos bienes que compensen las desgracias. El tercero es la fecundidad de la acción.
90,12 A medida que pasan los años, instruido por Dios, el hombre madura en sensatez.
90,13 El verdadero cambio ha de suceder por una acción divina, que el hombre puede sólo suplicar.
90,14-15 La petición es modesta: equilibrar en la balanza de la vida penas y gozos. Pero Dios puede alumbrar una mañana realmente nueva, puede desequilibrar la balanza.
90,16-17 En un modelo doméstico, los siervos piden al amo que comience actuando y que dé eficacia a la tarea encomendada; algo semejante en un modelo político. De ahí se sube a la visión teológica: el hombre será lo que haya hecho: él y Dios en él.
90,17 Is 26,12.
Transposición cristiana.
La "vuelta" de Dios de la ira a la misericordia sucede en Jesucristo: Ef 2,4-7. Las obras del cristiano, vitalizadas por la fuerza de la resurrección (Flp 3,10), cobran consistencia y fecundidad (Flp 2,13), Y al final lo acompañarán (Ap 14,13).
SEGUNDA LECTURA. Filemón 1,9-10.12-17.
9prefiero rogártelo apelando a tu caridad, yo, el viejo Pablo, ahora además preso por el Mesías Jesús. 10Te ruego en favor de este hijo mío, de Onésimo, al que engendré en la cárcel, 12Te lo mando de vuelta a él, es de cir, al hijo de mis entrañas.
13Me habría gustado retenerlo conmigo para que él me sirviera en lugar tuyo mientras estoy preso por el evangelio. 14Sin embargo, no quise hacer nada sin contar contigo; no quiero que tu bondad parezca forzada, sino espontánea. 15Si te dejó por algún tiempo, fue tal vez para que ahora lo recobres definitivamente, 16y no ya como esclavo, más que como esclavo, como hermano querido; para mí lo es muchísimo, cuánto más va a serlo para ti, como hombre y como cristiano.
17Si te sientes solidario conmigo, recíbelo como si fuera yo.
Explicación.
Ruego de Pablo en favor de Onésimo, esclavo fugado de Filemón que se ha hecho cristiano. Sernos útil (11), juego de palabras con el nombre Onésimo (= útil), corriente entre los esclavos. El hijo de mis entrañas (12) traduce la expresión griega "mis entrañas" (7-12).
Delicada recomendación de Pablo (13-16). Onésimo, al huir, ha privado a Filemón de su servicio; Pablo está dispuesto a pagar por ello. Recuerda a Filemón lo que le debe (17-20).
EVANGELIO. Lucas 14,25-33.
25 Lo acompañaban por el camino grandes multitudes; él se volvió y les dijo:
26 - Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
27 Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
28 Ahora bien, si uno de vosotros quiere construir una casa, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
29 Para evitar que, si echa los cimientos y no puede acabarla, los mirones se pongan a burlarse de él a coro
30 diciendo: "Éste empezó a construir y no ha sido capaz de acabar".
31 Y si un rey va a dar batalla a otro, ¿no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si ve que no, cuando el otro está todavía lejos, le envía legados para pedir condiciones de paz.
33 Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncie a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío.
Explicación.
Instrucción a las multitudes y a los discípulos. 14,25-17,10. Cambio de escenario. Como en 12,1-13,9, largo bloque constituido por dos secuencias. En la primera (14,25-15,32), Jesús se dirige a la multitud; en la segunda (16,1-17,10), principalmente a los discípulos y, por contraste, a los fariseos, cuyo influjo es visible en los primeros.
Primera secuencia: 14,25-15,32. Ante la influencia de gente que lo acompaña hacia Jerusalén, Jesús quiere precisar a las multitudes las condiciones del seguimiento. Discípulo es el que aprende de su maestro un modo de vida.
Primera condición para ser discípulo: subordinarlo todo a la adhesión a Jesús; el objeto de su actividad, la construcción de una sociedad nueva (el reino de Dios), es tan importante, que, en caso de conflicto, predomina sobre todo vínculo familiar (cf. 8,19-21; 11,27s; 12,49-53) e interés personal (9,23s) (26).
Segunda condición: asumir la hostilidad de la sociedad, que no tolera la alternativa que propone el Reino (27). Propone dos ejemplos para mostrar que la decisión no puede hacerse a la ligera; casa: el término griego puede significar lo mismo una torre que una casa de campo (28-32).
Tercera condición: desprenderse de lo que se tiene, para poner fin a la injusticia social causada por la acumulación de dinero (12,33; 18,22) (33).
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